Angela Ortiz Perez. El jazmín que perdura

5 Jun

Angela Ortiz Perez. El jazmín que perdura

Ángela Ortiz Pérez
No me asombra ver la naturaleza cual es, pero me sorprendo al calificarla “bella” a pesar de lo que viene y va, de lo nuevo y lo que falta.

 

Observo el jazmín de mi patio, posiblemente ayer tenía jazmines diferentes que cayeron al suelo, los barrí y los tiré, pero continúo viendo el árbol en su contexto. El árbol no se para. A pesar de los jazmines que caen, siempre compensa sus ramas con otras diferentes. No se resiente por perder algunas de sus flores ni porque éstas nunca más vuelvan a florecer. A mí, desde mi percepción, tampoco me afectan los jazmines que cayeron porque sigo viendo el árbol en su conjunto y en su expansión.
Posiblemente he de aprender, metafóricamente hablando, que desde un plano universal mi niña es como un jazmín que cayó sólo antes de tiempo. He de comprender que algún día tarde o temprano, todos los jazmines existentes caerán y quedarán sustituidos por otros nuevos. Se que es difícil, porque si me observo como jazmín me siento casi sin sujeción ya que el jazmín que cayó formaba parte de mi rama y yo le ayudé a crecer, le cuidé y le di la mano fuertemente para que no cayese, a cambio respiraba sus fragancias día a día y gozaba de su belleza resplandeciente.

Ahora aún me sitúo en el árbol y siento que me toca seguir manteniéndolo vivo y bello. Aprender a sostenerse con los otros jazmines cercanos, a respirar sus fragancias y a sentir su belleza es difícil cuando el aroma y la belleza del que cayó obnubilan la presencia de los otros.

Sí, es una lucha continua. Pero se trata de una cuestión de supervivencia. En este contexto o vives o mueres, o te sostienes o enfermas y caes.
Y a base de pulir y hacer brillar mi rama con sus otros jazmines, de recoger afanosamente todo lo que me pueda aportar el árbol con su sabiduría, de colocarme al sol para recibir su energía y absorber de la tierra su alimento, continúo creciendo y aprendiendo a robustecerme para no caer hasta que haya cumplido mi misión: “El largo camino que deseo que sea

Quién sabe, alguien o algo puede observar la vida de nosotros de la misma manera como yo he observado el árbol del jazmín.

La conclusión de todo es que nada perdura, todo es pasajero, antes o después se brota, se florece y se marchita y dependiendo del tipo de vida que sea se tarda más o menos.

Todo cambia, no es solo mi hija la que ha dado el cambio auque éste sea el que más se aprecie. Todo lo que fue en su niñez se quedó detrás a su paso por la juventud. Todo está en mi mente, en mi recuerdo o en el recuerdo de los otros cercanos que la recuerdan. Lo que ella fue a lo largo de su vida y en lo que se quedó, así como lo que yo he sido, soy y seré sólo está en mi pasar y en mi sentir. Por eso, de mí depende avivar la llama para seguir sintiendo ese jazmín grandioso del que se quedaron prendados un día mis ojos y mi corazón; pero no desde el punto de vista de la madre que gozaba viéndola y que ya no la va a volver a ver, sino desde la comprensión y el entendimiento de que la vida fluctúa así, de esa manera. De mí depende el hacer que ese jazmín me muestre el camino de como vivir en la verdad. Es desde mi sentir, desde donde me convenzo día a día que lo que ha sido ha sucedido para enseñarme “lo que debo ser” y que lo importante es crear y crecer hasta llegar a ser una flor grande y resplandeciente, un jazmín que llame la atención de “Ese que observa”.
Ella lo fue, cayó pronto, con sólo diecinueve años, pero lo consiguió. Fue un jazmín precioso, luminoso, sorprendente, un jazmín que dejó una estela de luz en los múltiples jazmines que asomaban a su lado. Se fue con la sonrisa en los labios, con la paz de aquel que ha conseguido cumplir su objetivo, consiguió en tan poco tiempo lo que muchos sólo consiguen en largos períodos de su vida o tal vez nunca.
Y allá o acá, desde donde está, siento que su energía manda con el sol haces de luz para cuidar el jazmín del que un día formó parte y del que sabe que aún hay flores en una de sus ramas que viven con su recuerdo y con su amor.

El tiempo es una ilusión, todo pasa, todo cambia, nada es igual que ayer, debemos aprender a ver la vida de nosotros mismos igual que se contempla el jazmín de mi patio: Bello, sencillo, conforme, cambiante, pero para siempre vida.

 

Envía Ángela Ortiz Pérez

 

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