A.C: Dedicado a Marce
Dedicado a Marce
Me fui enterando poco a poco, cuando caía
la noche sobre la cal de las casas
y en el umbral del cielo se encendía para ti
las primeras estrellas.
cuando se retiraban a descansar
los niños manchados de travesuras.
Y el aire frió recorría el pueblo
por calles y plazas.
Cuando enero deshojaba sus últimas horas
Me fui enterando entonces que Marce
se había ido a vivir con Dios para alegrarle
su eterna misericordia.
Y Dios abrazándola le dio un beso azul,
y le regaló un traje nuevo donde ni el tiempo
ni la enfermedad anidan.
También supe que había cambiado de escuela.
Ahora pintara con sus dedos sonrisas hermosas
En el rostro de los ángeles como ella.
Y podrá saltar de una nube a otra,
sumando esperanzas, restando tristezas
y multiplicando la fe.
Cantará canciones con los pájaros,
Y en la pizarra enorme del cielo escribirá
lo maravilloso que es el Amor de Dios
que nos deja morir una vez para hacernos
vivir siempre.
Y ella pasará las páginas de los días
y las noches y leerá en su pupitre de gloria
el hermoso libro del mundo.
Pero ahora, cuando aquí ponemos su ataúd,
Símbolo de la muerte, allí en el Paraíso
Han abierto su cuna símbolo de nacer.
Y sonaran campanas de fiesta, habrá globos y música
Celestial.
Y nosotros seguiremos ahogando nuestros ojos
En llantos y vestiremos nuestra casa de luto
y dolor, hasta que entendamos morir
en Dios es nacer siempre.
Ella es ese sol que amanece, y esa fe
que debe ahuyentar el desanimo.
Ya estas viendo a Dios, ¡Qué gran maestro
de vida!
Pídele Marce por tus padres y familiares y amigos,
y por cada uno de los que estamos aquí
Para que podamos entender y aceptar
lo que hoy nos ocurre. Tu seguirás viva en
la memoria, en nuestro corazón, azotado ahora
por una ruidosa tormenta, en medio de tu inocencia
y tu generosidad.
Sé que volveremos a vernos con la primera flor
de cada primavera;
en las primeras luces del alba;
en cada paloma blanca que vuele por encima
de nuestra cabeza.
Y volverás en verano a columpiarte en lo alto
De las olas.
Gracias Marce por ser una lámpara encendida
En nuestros momentos de oscuridad.
Dios te mece en sus brazos, por eso duermes
y descansas de los juegos de la vida.