Pérdidas Secundarias
«Las desgracias nunca vienen solas«
La pérdida que sufrimos por la pérdida de un hij@ es espantosa, de las peores que puede sufrir un ser humano, y hace que nuestra vida gire hacia una dirección que, en la mayor de las veces, desconocemos por completo.
En nuestro duelo hay elementos que entran dentro de lo que esperamos que sea un duelo: tristeza, ansiedad, desesperación… El dolor y la pena llegan a ocupar toda nuestra vida. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo, nos vamos dando cuenta de que no sólo hemos perdido a nuestro hijo: de repente, nuestro mundo se pone patas arriba, y sentimos que todo se desmorona o desaparece, la vida se vuelve irreal, no es el mundo en el que hemos estado viviendo hasta ahora. Es como una fila de fichas de dominó, en la que una ficha causa la caída de la siguiente, y otra, y otra, y esta a su vez otra más… la pérdida que hemos sufrido no sólo crea un gran agujero en nuestra vida, sino que genera otras pérdidas a partir de esta primera, y solemos unir el dolor de nuestra pérdida principal con estas otras pérdidas nuevas, con lo que el sufrimiento se hace aún mayor, haciendo verdad eso de que “el todo es mayor que la suma de sus partes”.
En nuestro dolor, unimos todas esas pérdidas a la pérdida principal, haciendo que nuestro sufrimiento sea aún más grande (si se puede ser más grande), ya que en realidad, nuestro dolor comienza a multiplicarse por esas otras pérdidas que surgen como consecuencia. A estas pérdidas las denominamos pérdidas secundarias, no porque su impacto sobre nosotros sea “secundario”, sino porque surgen a partir de la pérdida primera. Y como toda pérdida, conlleva un duelo que hemos de afrontar, junto con el duelo por nuestr@ hij@. Además, estas otras pérdidas nos son inesperadas, ya que todo el mundo habla y conoce el duelo por el hij@, pero muy poca gente habla de esas otras pérdidas. Además, el hecho de que sean “secundarias”, no quiere decir que el dolor que nos cause sea “secundario”, sino todo lo contrario: a veces estas otras pérdidas pueden causarnos un dolor, no igual, pero sí comparable al de la pérdida inicial, y cada una de estas pérdidas requiere su propio duelo, que seguramente tomarán un camino distinto del duelo principal.
Puede ocurrir que algunos duelos por estas pérdidas secundarias puedan entrar dentro de la categoría de lo que se han denominado “duelos desautorizados”, esto es, duelos que experimentamos por una pérdida y que no pueden ser abiertamente compartidos o socialmente aceptados (por ejemplo, la pérdida de la sensación de seguridad, la pérdida de futuro…) Estas pérdidas “no autorizadas” se pueden ser vistas por parte de nuestros allegados más como obstáculos que como pérdidas, lo cual puede llevarnos a que nos podamos sentir avergonzados, desautorizados o invalidados por nuestro entorno. A veces, es el propio deseo de los familiares y amigos los que, queriéndonos ver ya “repuestos y vueltos a la normalidad”, pueden negarnos de manera inconsciente o desautorizarnos en nuestro dolor por estas pérdidas secundarias.
Comprender la naturaleza y posibilidad de experimentar un duelo por estas pérdidas nos puede ayudar a tomar conciencia e identificar la complejidad de nuestro duelo, que descubrimos no es un gran agujero negro, sino un gran agujero negro más muchos agujeros de distintos tamaños. Una vez que hemos identificado estas pérdidas, podríamos estar mejor preparados para afrontarlas. Comenzamos a comprender que nuestro duelo está compuesto por muchas partes, una principal (y grandísima), y otras muchas que en algunos casos pueden ser comparables a la pérdida principal. Incluso, a veces, el dolor y la preocupación por estas pérdidas puede ponerse por delante de nuestro dolor principal. Como decía Mafalda, “lo urgente no deja tiempo para lo importante”. Es lo que en la psicología de la Gestalt se denomina “fondo y figura”, en el que la urgencia de afrontar una de estas otras pérdidas puede llegar a eclipsar la pérdida principal por algunos momentos. Incluso es posible que alguna de estas pérdidas secundarias llegue a ser tan grande que podamos tener lo que se denomina “duelo cumulativo”, es decir: estamos llevando dos o más procesos de duelo importantes a la vez, sin haber podido resolver ninguno.
Algunos tipos de pérdida que hemos comentado en nuestro grupo a lo largo de varios años y por distintos padres pueden ser:
- Pérdida de nuestra vida como la habíamos vivido hasta el momento
- Pérdida de las ganas de vivir
- Pérdida de ilusiones
- Pérdida de una parte de nosotros mismos (el reflejo de nosotros en nuestros hij@s)
- Pérdida de la estabilidad emocional
- Pérdida de la sensación de seguridad
- Pérdida de propósito de la vida
- Pérdida del futuro
- Pérdida de la esperanza
- Pérdida de autoconfianza
- Pérdida del papel que desempeñamos como cuidadores, padres …
- Pérdida de la fe
- Pérdida de los objetivos de la vida
- Pérdida de relaciones sociales y familiares
- Pérdida de las pertenencias de nuestro hijo
- Pérdida del trabajo
- Los “Ya no…”: ya no se casará, ya no podrá…
Con el tiempo, hay otras pérdidas que pueden aparecer y que, incluso años después, pueden seguir causándonos dolor:
- Pérdidas de la memoria de nuestro hijo
- Pérdidas (más bien, duelos) por cómo otros lloran a nuestro hijo
- Descubrir cosas que no nos gustan acerca de nuestro hijo y que desconocíamos
- …
Todas estas pérdidas se van desarrollando con el tiempo, y pueden ir apareciendo semanas, meses o incluso años después del fallecimiento. El que nos hagamos conscientes de estas pérdidas secundarias puede ayudarnos a identificar y diferenciar nuestros sentimientos cuando son debidos a la pérdida de nuestro hij@ o a otra pérdida, y ayudarnos así en nuestro camino en el duelo.
Por desgracia, al igual que con todos los duelos, no hay un camino fijo o una sola respuesta para estas pérdidas secundarias. El simple hecho de que seamos capaces de desligar estas pérdidas de la pérdida principal y reconocer su impacto sobre nosotros, es por sí solo un gran paso, ya que nos puede permitir usar o crear otras herramientas para afrontarlos, que pueden no ser las mismas que usamos para el duelo por nuestro hij@.
El primer paso, como hemos comentado, es identificar esta pérdida secundaria y cómo nos afecta, y tratar este otro duelo de una forma específica a él, y no confundiéndolo con el principal, porque en muchas ocasiones tiene otro camino distinto de procesamiento, e incluso puede tener hasta una solución que pueda sernos más accesible y liberarnos de algo de dolor, pero que si englobamos esta pérdida dentro del duelo principal se nos puede hacer muy cuesta arriba. Y al igual que con el duelo principal, estos duelos secundarios no tienen “fecha de caducidad”, es decir, no hemos de tener un tiempo determinado para resolverlos, por lo que, además de darnos cuenta de la pérdida secundaria y comprenderla, hemos de tener paciencia, tanto con nuestro entorno como con nosotros mismos, ya que hemos de comprender que «estamos luchando en varios frentes» y con fuerzas limitadas. Hemos de aceptar que las pérdidas secundarias son una parte normal del proceso de duelo, y que al igual que la pérdida inicial, hemos de resolver para volver a la vida.
Paco Manso