EL BALCÓN DE LOS PÁJAROS

14 Jun

EL BALCÓN DE LOS PÁJAROS

Solía levantarme temprano para gozar antes del día que se colaba por la ventana de mi habitación. Antes incluso que hubiera ruido en el piso, antes que nadie empezara a encender la televisión o la cocina, antes que el café echara humo y el pan se tostara.

Y lo hacía para contemplar el gran espectáculo del amanecer en la playa. Para oír los silencios de esos momentos, para ver los colores y las formas que se presentaban ante mis sentidos, para experimentar la sensación de las muchas maneras que hay de vivir.
Divisaba a lo lejos las luces aún encendidas de los barcos que habían pasado pescando toda la noche. Miraba al cielo azul donde desaparecían las últimas estrellas. Y veía algunas nubes que como manchas blancas se desplazaban lentamente también por el ánimo.
El aire fresco olía a raíces, a tierra húmeda y a flores del pequeño y coqueto jardín de la plaza, a pinos y a océano. Permanecían cerradas las puertas de muchas casas. De vez en cuando alguien pasaba haciendo un poco de deporte. Llevaba sus dudas y su conciencia.
Un loro en su jaula limpiaba su hermoso plumaje, como ese otro de las apariencias. Los coches dormían en sus aparcamientos soñando caminos y posadas. Las toallas tenían el corazón lleno de arena y brisas, pero sobre todo me entusiasmaba el canto de los pájaros en aquel frondoso árbol que rozaba el balcón de mi casa.
Fue allí justamente donde volví a pensar en Marce. Vi de nuevo su rostro inocente y alegre. Notaba como si ella quisiera decirme algo, como si tratara de continuar una conversación que dejamos interrumpida. Me invitaba de nuevo a escribir. En mi pensamiento hay siempre una habitación dispuesta para recibirla en sus visitas.
Entonces se abrieron las primeras páginas y los primeros versos de este libro humilde de poemas que descansa ahora en tus manos.
Dejé que las palabras salieran sin miedos. Al principio lo hacían tímidamente, luego con el paso de los días, lo hacían como un enorme chorro de espíritu que se derramaba en el papel.
La suave voz de Marce, el juego y las canciones de los pájaros, el murmullo del mar al fondo, el sol pintando de oro la cresta de las olas, el sueño de un faro apagado a lo lejos, las leves brumas matinales. El lenguaje de las flores, las lecturas sencillamente. La mirada enigmática de Dona la mayor de las gatas. Todo hizo posible este libro. Pero sobre todo ella que se rebelaba contra ese estado de ánimo que a veces nos asola llenándonos de desesperanzas.
Sentía una inmensa necesidad de comunicar aspectos, ideas y sensaciones que pedían salir a la luz. Quería que naciera lo que permanecía en la sombra. Y mi mano se convirtió de pronto, casi sin quererlo, en mano de escribano para ella, y mi oído era oído de secretario para ella, y mi tiempo era tiempo para recoger frutos de la cosecha del espíritu.
Las palabras juntas iban siendo el bálsamo para encontrar el sentido a las cosas y servían de cauce para aliviar esa tensión interior que a veces acumulamos y no queremos compartir.
Por eso El balcón de los pájaros, es una expresión y un exponente de esperanza en tiempos difíciles de nuestra existencia. Es un ejercicio de compartir no sólo la alegría sino el dolor, es una prueba más de creencia en que la vida no se detiene ni por la censura de la muerte. Es un mensaje de consuelo para los que lloran y para los que se sienten sin fuerzas de emprender la tarea de cada día. Es una llamada del corazón a seguir con valentía por el camino de la fe sin renuncias, a no dejarnos paralizar por lutos, soledades, tristezas y muertes en el camino hacia la casa del Padre.
Significa además un destello de amor y agradecimiento hacia lo que recibimos sin mérito alguno.
Es inevitable el dolor pero la actitud ante el dolor no tiene que ser de hundimiento y derrotismo. El dolor humano es dolor divino, porque es un hecho que rebasa los límites corporales y asciende hacia una realidad superior con la que entramos en contacto. Así me lo hace entender Marce y así lo recojo.
Puede que consideres que todo lo dicho sea producto de un sueño, o de una fogosa fantasía como vía de escape ante determinadas cuestiones que pretendemos ignorar.
Me limité a desplegar las manos y ella era el viento que la empujaba con palabras. Y zarpamos hacia la vida otra vez.
Este libro es un abrazo y un beso y el latido caliente de un nuevo corazón, de parte de Marce. Y así os lo expreso querida y estimada familia.

Antonio Cuevas. Pilas, Octubre de 2004.

“Dios, a veces comunica sus grandezas por un modo

El más extraño que se pueda pensar”.

-Santa Teresa de Jesús-

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