Marce: Parece que fue ayer

5 Jun

Marce: Parece que fue ayer

Una carta muy bonita de nuesra amiga Marce

Parece que fue ayer

Hace seis años y medio comencé un largo camino, que me ha llevado a una transformación tal que nunca creí que se diera dentro de mí. Comenzó en el mismo momento en que

me quede sin “mi niña”. Así la llamaba yo; ella lo era todo para mí junto con su hermano. Juntas recorrimos cinco meses de hospital, luchando por superar una enfermedad que pudo más que ella. Fue una gran lección de fortaleza. Adquirió una sabiduría en los últimos días que parecía increíble. Me hablaba de la vida a la vez que me preguntaba cosas sobre ella. Yo intentaba disimular “el terror” que me ocasionaba escucharla hablar con esa serenidad.
“¡Dios mío solo tiene 10 años!”. Me decía a mi misma. Y bromeando con ella le respondía:
– Yo no lo se Marce. ¿Tu lo sabes?….- – Sí mamá- contestaba – en la vida nacemos, vivimos, y morimos. Y morir es nacer de nuevo-.
Ante esto: ¿Cómo se queda una madre que esta viendo morir a su hija….? Pues paso, y comencé mi largo camino en la búsqueda de mí misma. El mismo día de su entierro le dije delante de su tumba:
“Ayúdame mi corazón, que lo que estoy sintiendo no se vuelva en destrucción para nuestras vidas, que pueda caminar con papá y el hermano y que sepa inyectarle la fuerza y el amor tan grande que tú nos has dado”.

Al principio era como un barco a la deriva. No sabía donde estaba ni lo que hacía, pero sí tenía una idea, ¡quería morirme! No podía con tanto dolor. Parecía que ya no veía con claridad el conocimiento que tenía de la situación, pero gracias a Dios pude verlo. En mi vida han habido muchos “toques de atención”, por llamarlo de alguna manera, que me han impulsado a salir del mundo donde me estaba hundiendo. Como creyente que soy, Dios me puso a mi alcance personas en la que me pudiera apoyar y a la vez ayudar, para que me diese cuenta de que mi dolor no era el único en este mundo. De esa manera, contribuí al inicio, junto con otras madres que se hallaban en mis mismas circunstancias, a la formación de un grupo de padres en duelo al que llamamos cariñosamente “grupo piloto”, en donde contactamos con padres que sufrían también de la misma manera. Allí comprendí que era de vital importancia apoyarnos unos a otros. En ese inicio conocí a Valentín. El fue como una luz en medio de mi oscuridad. Con su empeño y amor me fue enseñando a ponerle palabras a mis sentimientos y aprender a expresarlos. Recuerdo que en una de nuestras sesiones le dije al grupo:
– Yo siento que este dolor lo tengo que “parir”. Al igual que parí con mucho dolor a mi hija para traerla a la vida; tengo que encontrar la forma de que mi hija vuelva a nacer, pero ésta vez dentro de mí, pues ella será la que me de vida, aunque este parto se que será muy largo….-

Efectivamente; es un “parto” que está durando más de seis años. Y puedo constatar, que el dolor se ha ido transformando poco a poco en un amor mucho mas grande que el que jamás creí tener. Todos los días me enseña algo diferente, y esa reflexión de mi hija antes de morir, me dice que la vida es única, que tengo el deber de seguir hacia adelante hasta el final de mi camino; pero no haciendo del dolor mi forma de vivir, sino sacando la fortaleza necesaria para ello.

Echare de menos físicamente a mi hija durante toda mi vida, pero dentro de mí no ha habido ni habrá muerte que me la arrebate. Doy las GRACIAS a todos los que me ayudaron y me ayudan en éste camino. GRACIAS a DIOS por darme a mi hija. Y GRACIAS a ti mi corazón, “mi niña”, porque sin ti nunca hubiese encontrado realmente “el sentido de la vida”.

Marce, 19 julio 2009

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